No te preocupes tanto por las horas trabajadas sino por los resultados obtenidos

Resulta imposible no entusiasmarnos con la idea de empezar un negocio, particularmente cuando escuchamos que dos terceras partes de los millonarios en el mundo lograron su fortuna construyendo su propia empresa. Sin embargo la realidad es que no todo nuevo empresario triunfa y alcanza la libertad financiera. Muchas historias de emprendimiento no tienen un final feliz. De hecho, hay quienes terminan en peores circunstancias que las que enfrentaban antes de iniciarse en el mundo de los negocios.

J. Paul Getty, el gran industrial norteamericano, escribió sobre una de las razones por las cuales tantos emprendedores fracasan en su intento por sacar adelante sus negocios: “El mundo les ofrece a todos las mismas oportunidades pero no obliga a nadie a aprovecharlas”. Aunque dolorosa, esta premisa es absolutamente cierta, el futuro es el resultado de nuestras propias decisiones. El gran problema es que muchas de ellas terminan siendo errores garrafales.

Tan increíble como te pueda parecer, el 80% de las personas fracasa a propósito. Por supuesto, nadie planea fracasar; el problema es que muy pocas veces tomamos el tiempo para planear nuestro éxito, sin darnos cuenta que al no hacerlo estamos planeando nuestro fracaso. Y en ninguna área es esto tan evidente como con las finanzas. Prueba de ello son dos reportajes que aparecieron a comienzos del año 2011.

En el primero de ellos, el canal de noticias CNN informó sobre el sorprendente aumento en el número de nuevos millonarios en los Estados Unidos durante el 2010 pese a las difíciles circunstancias de la economía mundial. Más de 600 mil individuos lograron acumular un patrimonio personal que sobrepasó el millón de dólares durante ese año, incrementando así casi a 6 millones el número total de millonarios en ese país.

El segundo reporte, presentado por la Corte de Bancarrota, anotaba que el número total de personas que se declaró en quiebra durante el 2010 fue de 1.593.081. Un incremento del 8.1% sobre el año anterior.

En otras palabras, por cada persona que triunfó financieramente durante ese año, más de dos fracasaron. Lo interesante es que todas estas historias —tanto de éxito como de fracaso— ocurrieron en el mismo país, con las mismas leyes, la misma realidad económica y las mismas oportunidades, lo cual corrobora la apreciación que hiciera Getty.

Y en parte, la razón por la que unos triunfan y otros no es porque unos mides su trabajo en horas mientras otros lo miden por los resultados obtenidos.

¿A qué me refiero? Déjame hacerte una pregunta:

¿Cómo determinan los empresarios si han concluido su día de trabajo? Examinando si lograron los resultados propuestos. ¿Cómo sabe un empleado si ha terminado su jornada laboral? Mira el reloj.

Esta es quizá la mayor diferencia entre la mentalidad del empresario y la del empleado. El primero se rige solo por los resultados obtenidos mientras que el segundo se deja guiar por las horas que ha permanecido en su lugar de trabajo sin importar qué tan productivas hayan sido.

El empresario genera su propio emprendimiento mientras que el empleado trabaja en una relación de dependencia para con una empresa. Lo interesante es que muchos empleados odian esa relación de dependencia; no es que les agrade cumplir horarios, tener jefes ni trabajar bajo presión, especialmente cuando el logro de sus metas laborales no siempre se ve reflejado en un aumento de sus ingresos. Sin embargo el empleado tolera todo esto porque ha aceptado que ese es el precio que debe pagar por contar con la seguridad de un salario fijo.

¿Quieres triunfar en tu proyecto de emprendimiento? ¿Cómo mides tu desempeño personal en tu negocio? ¿Trabajas siempre en función de lograr metas y objetivos claramente definidos, o has caído en el error de confundir actividad con resultados? No te preocupes tanto por la hora sino por los resultados.